En la actualidad, el problema de los pueblos indígenas ha rebasa los li-
mites de una simple preocupación regional hasta alcanzar niveles nacionales e
internacionales, al grado de encontrarse entre las cuestiones fundamentales y
prioritarias de nuestro país que ameritan atención especial en las políticas gubernamentales, así como en la proliferación de asambleas representativas que
apoyan y defienden a los indígenas.
Nuestro país posee una gran población de indígenas, con un total de 8 650
750 registrados en estadísticas, de los cuales 50.2% son mujeres (INEGI, 2000),
quienes permanecen al margen del pleno desarrollo; ahora estos grupos de hombres y mujeres, en su lengua, nos exponen su lucha por el total reconocimiento de
sus derechos y su personalidad jurídica y social.
A pesar de que estamos en el siglo XXI y ciertamente la mujer ha conseguido logros y espacios donde antes no tenía acceso ni remotamente, todavía hoy se
subestima a la mujer campesina-indígena por el color de su piel, su lenguaje e indumentaria, como producto de los prejuicios racistas que venimos arrastrando
desde tiempos inmemoriales, cuando se sumaron las razas, entre las europeas y
las de la vieja Anáhuac, así como de la influencia de líderes que en la actualidad
han puesto en serias dificultades al mundo
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